viernes, 15 de mayo de 2009

Gabriela Mistral


Creo en mi corazón



Creo en mi corazón, ramo de aromas
que mi Señor como una fronda agita,
perfumando de amor toda la vida
y haciéndola bendita.

Creo en mi corazón, el que no pide
nada porque es capaz del sumo ensueño
y abraza en el ensueño lo creado:
¡inmenso dueño!

Creo en mi corazón, que cuando canta
hunde en el Dios profundo el franco herido,
para subir de la piscina viva
recién nacido

Creo en mi corazón, el que tremola
porque lo hizo el que turbó los mares,
y en el que da la Vida orquestaciones
como de pleamares.

Creo en mi corazón, el que yo exprimo
para teñir el lienzo de la vida
de rojez o palor y que le ha hecho
veste encendida.

Creo en mi corazón, el que en la siembra
por el surco sin fin fue acrecentando.
Creo en mi corazón, siempre vertido,
pero nunca vaciado.

Creo en mi corazón, en que el gusano
no ha de morder, pues mellará a la muerte;
creo en mi corazón, el reclinado
en el pecho de Dios terrible y fuerte.

"
"

Manuel Benítez Carrasco



Soleá del amor desprendido



Y tú bien sabes por qué
tiré tu cariño al río:
porque era hebilla de esparto
de un cinturón de cichillos;
porque era anillo de barro,
mal tasao y mal vendio,
y porque era flor sin alma
de un abril en compromiso,
que puso, en zarzas y espinas,
un fingimiento de lirios.
Tiré tu cariño al rio,
porque era una planta sucia
dentro de mi huerto limpio.
Tiré tu cariño al agua,
porque era una mancha negra
sobre mi fachada blanca.
Tiré tu cariño al río,
porque era mala cizaña
quitando savia a mi trigo;
y tiré todo tu amor,
porque era muerte en mi carne
y era agonía en mi voz.
Tú fuiste flor de verano,
sol de un beso y luz de un día;
yo te cuidaba en mi mano
y en mi mano te acunaba,
y tú, por pagarme, herías
la mano que te cuidaba.
Pero al hacerlo olvidabas
(tal vez por ingenuidad)
que te di mis sentimientos,
no por tus merecimientos,
sino por mi voluntad.

Yo no puse en compraventa;
mi corazón entendio;
y has de tener muy en cuenta
que mi cariño no fue
ni comprao ni vendio,
sino que lo regale.
Porque yo soy desprendio;
por eso te di mi rosa
sin habermela pedio.
Porque yo soy desprendio;
y doy las cosas sin ver
si se las han merecio.
Por eso te di mi vela,
te di el vino de mi jarro,
las llaves de mi cancela
y el latigo de mi carro.
Ya ves si soy desprendio,
que ayer, al pasar el puente,
tire tu cariño al río.

^^.^^



Ernestina de Champourcin



Un día me miraste




Un día me miraste
como miraste a Pedro…
No te vieron mis ojos,
pero sentí que el cielo
bajaba hasta mis manos.

¡Qué lucha de silencios
libraron en la noche
tu amor y mi deseo!
Un día me miraste,
y todavía siento
la huella de ese llanto
que me abrasó por dentro.
Aún voy por los caminos,
soñando aquel encuentro…
Un día me miraste
como miraste a Pedro.

*
*
*

Ana María Rossetti



Hubo un tiempo...


Hubo un tiempo en el que el amor era un
intruso temido y anhelado.
Un roce furtivo, premeditado, reelaborado durante
insoportables desvelos.
Una confesión perturbada y audaz, corregida mil
veces, que jamás llegaría a su destino.
Una incesante y tiránica inquietud.
Un galopar repentino del corazón ingobernable.
Un continuo batallar contra la despiadada infalibilidad
de los espejos.
Una íntima dificultad para distinguir la congoja del
júbilo.
Era un tiempo adolescente e impreciso, el tiempo del
amor sin nombre, hasta casi sin rostro, que merodeaba,
como un beso prometido, por el punto más umbrío de la
escalera.

Juana de Ibarbourou



Cual la mujer de Lot



Un perfume de amor me acompañaba.
Volvía hacia la aldea de la cita,
bajo la paz suprema e infinita
que el ocaso en el campo destilaba.

En mis labios ardientes aleteaba
la caricia final, pura y bendita,
y era como una alegre Sulamita
que a su lar, entre trigos regresaba.

Y al llegar a un recodo del camino
tras el cual queda oculto ya el molino,
el puente y la represa bullidora,

volví atrás la cabeza un breve instante,
y bajo el tilo en flor, ¡vi a mi amante
que besaba en la sien a una pastora!

***

Joaquín Sabina



Incluso en estos tiempos




Incluso en estos tiempos
veloces como un Cadillac sin frenos,
todos los días tienen un minuto
en que cierro los ojos y disfruto
echándote de menos.

Incluso en estos tiempos
en los que soy feliz de otra manera,
todos los días tienen ese instante
en que me jugaría la primavera
por tenerte delante.

Incluso en estos tiempos
de volver a reir con los amigos,
todos los días tienen ese rato
en el que respirar es un ingrato
deber para conmigo.

Y se iría el dolor mucho más lejos
si no estuvieras dentro de mi alma,
si no te parecieras al fantasma
que vive en los espejos.

Incluso en estos tiempos
triviales como un baile de disfraces,
todos los días tienen unas horas
para gritar, al filo de la aurora,
la falta que me haces.

Incluso en estos tiempos
de aprender a vivir sin esperarte,
todos los días tengo recaídas
y aunque quiera olvidar no se me olvida
que no puedo olvidarte.

Y se iría el dolor mucho más lejos
si no estuvieras dentro de mi alma,
si no te parecieras al fantasma
que vive en los espejos.


^^^.^^^


Elena Martin Vivaldi.



Ausencia



Y este dolor de ti, dado a mi suerte,

después de mi agonía más oscura.

Escrita estaba en sangre tu figura,

y te perdí a la vida y a la muerte.


Mis ojos que nacieron para verte,

para apagar en ti fuego y locura.

Mis labios donde ardía la ternura

para saciar la sed de conocerte.



Mis manos de preguntas ya colmadas,

preparándote el tacto y la caricia,

sentirse de tu carne abandonadas.



Fuíste norma y deseo. Tu presencia

crece, huída de mí toda noticia,

y sólo tengo el rayo de tu ausencia.

**
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lunes, 11 de mayo de 2009

Ana María Rossetti



Notas para un Blues



DO
lor por estar contigo en cada cosa. Por no dejar de estar contigo en cada cosa.
Por estar irremediablemente contigo en mí.

RE
cordar que mis monedas no me permiten adquirir. Que
mi deseo no es tan poderoso como para taladrar blindajes,
ni mi atrevimiento tan hábil como para no hacer saltar la
alarma. Recordar que sólo debe mirar los escaparates.

MI
edo por no llegar a ser, por ni siquiera conseguir estar.

FA
cilmente lo hacen: clavan sus espinas invisibles, abren la
puerta del temor, hacen que renieguen de mí misma cuando
menos se espera. Y ni siquiera saber cuántos han sacado copia
de mis llaves.

SOL
o he logrado el punzón de la pica, la lágrima del diamante
o los caprichos del trébol. Quizá no existan los corazones.
Quizá es que sea imposible elegir.

LA
bios sellados, custodios del mejor guardado secreto, del recinto en donde las palabras reanudan sus batallas silenciosas, sus pacientes y refinados ejercicios de rencor.

SI
crees que es paciencia, resignación, inmunidad o anestesia te
equivocas. Es que he procurado cortar todas las margaritas
para no tener que interrogarlas.
*
*





Alberto Blanco



La golondrina



El enorme alivio que sentimos
al contemplar los montes a lo lejos,
al ver el vuelo de una golondrina
o al escuchar la conversación
del viento con los fresnos,
es el de estar –por un instante-
en contacto real, hermanados
con una infinidad de seres
que no son otra cosa que lo que son
y que no desean –en lo absoluto-
ser de ninguna otra manera.


*
*