domingo, 24 de agosto de 2008

Matilde Alba Swann


Solo


Y te encuentras de pronto solo.
Solo con tu latido por toda presencia.
Y te encuentras de pronto como si fueras
una cosa cualquiera del camino,
un estorbo, una piedra.
Miras en torno tuyo, y tu búsqueda es vana,
no ves forma ninguna ni escuchas voz humana.
Entonces, para no renegar de tus sentidos
destrozando tu lengua, estallando tu oído,
sosiegas tu impaciencia y sin querer escuchas
y sabes que todavía hay música, que los pájaros cantan,
y que canta la lluvia.
Entonces, te despliegas y buscas
la presencia del "alter" en las cosas pequeñas
que no advertiste nunca.
En la distante cúpula titilan las estrellas
y refulge la luna,
y en campos y praderas hay verdor de promesa.
Y ya no te asusta la soledad
y sin querer advienes a una nueva existencia,
sin el humano miedo y sin la humana tortura.
Trino apenas en la diminuta garganta del jilguero;
un aliento en la brisa, una gota en la lluvia.
Y tu efímera carne, y tu sangre, y tus huesos
se subliman y adquieres transparencia de luna.
Y es cuando aquellos que te dejaron, buscan
saber qué es lo que pudo llevarte a la locura.
Por qué miras el cielo, por qué escuchas la lluvia,
contemplas las estrellas y ofrendas tu ternura
a los pájaros raudos y a la flor que perfuma.
Por qué no quieres manos para estrechar la tuya,
por qué no necesitas bullicio que te aturda,
y ya no esperas nada, y no sientes angustia.
Y te encuentras de pronto solo
como si todavía no hubieras nacido,
o como si ya durmieras tu infinitud de tumba.


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