domingo, 24 de agosto de 2008

Julia Prilutzky Farny



Alguna vez



Alguna vez, de pronto, me despierto:
Un dolor me recorre tenazmente,
Un dolor que está siempre, agazapado,
Por saltar, desde adentro.
Entonces tengo miedo.
Entonces, me doy cuenta que estoy sola
Frente a mí, frente a Dios, frente a un espejo
Lleno de mis imágenes,
De rostros polvorientos.
Estoy sola, pero siempre estoy sola:
Es lo único cierto.
El amor era un huésped,
La soledad es siempre el compañero
Que permanece al lado, inconmovible.
Lo único seguro, verdadero.
Oigo mi corazón, vieja campana
Que dobla y que golpea,
Que rebota en las sienes y en la nuca
Y en la boca y los dedos.
Es cierto, tengo miedo.
Miedo de no poder gritar, de pronto,
De que ya sea demasiado tarde
Para un ruego.
La costumbre ahoga las palabras
Y alarga el desencuentro.
Ah, tantas cosas quedarán ocultas,
Perdidas, sin recuerdo,
Tantas palabras que no fueron dichas,
Tantos gestos.
Unos dirán: Yo sé, la he conocido,
Fue una ardiente rebelde,
Se desolló las manos y la vida.
Por defender los que creyó más débiles.
Otros dirán: Yo sé, la he conocido,
Era dura, malévola,
Avara de ternura, con la boca
Mostraba su desprecio.
Alguien dirá: Y cómo sonreía...
Qué importa
Lo que vendrá después del gran silencio.
Claro que tengo miedo.
Así, en la madrugada
Mientras algún dolor - un dolor, siempre -
Va hincando sus agujas en mi cuerpo,
Abro las manos en la sombra dulce
Para atrapar mi soledad, de nuevo,
Y me quedo a su lado, sin moverme,
Con los ojos abiertos
La vida detenida.
Toda mi sangre es un temor inmenso.

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